Desde el punto de vista psicológico, el compromiso es la capacidad de asumir como propios los objetivos de un grupo al cual se pertenece, y de luchar por su realización, poniendo todo de nuestra parte. El compromiso no es una cosa intelectual, sino en realidad un vínculo emocional y de respeto que se establece entre dos ó más personas. El compromiso es sentir, pensar y actuar de modo que sea más importante el "nosotros" que el "yo". [Bussenius, H.]
El compromiso como fortaleza humana va más allá que cualquier obligación. En la naturaleza humana encontramos obstáculos al compromiso como el egoísmo, la comodidad, la pereza, la desidia, la falta de fuerza de voluntad ... el compromiso se va a lograr si los humanos tenemos voluntad, una voluntad que puede funcionar, actuar y operar, independientemente de cómo nos sintamos. Una voluntad que es al final de cuentas en la que nos podemos apoyar. A las resistencias antes aludidas como el egoísmo y la comodidad, hay que añadirle una más: la cobardía (para ser comprometido hace falta cierta dosis de valor). Ya lo dice aquel proverbio inglés: "cuando las cosas se ponen duras, sólo los duros salen adelante". Sólo los fuertes, los férreos, los recios, que han desarrollado su voluntad. Y la voluntad, por cierto, es lo que hace posible el desarrollo, adquisición y desarrollo de virtudes en nuestras vidas. Aquí nos damos cuenta que el retomar planteamientos filosóficos no sólo se vuelve algo conveniente dadas las circunstancias que estamos viviendo hoy en todos los ámbitos de nuestras vidas, sino que además se vuelve urgente. Retomar los viejos valores, pero sobre todo convertirlos en realidad (a través de la adquisición y desarrollo de virtudes) es la ruta que debemos seguir si queremos corregir las cosas.
Empecemos por nosotros mismos. Es muy característico de la psique humana el estar esperando que el cambio se debe de dar desde fuera. Esto tiene cierta explicación porque cuando nacemos y en nuestros primeros años de vida todo lo que tiene que ver y contribuye a nuestro desarrollo personal llega así. Nosotros todavía no hemos crecido, no hemos desarrollado, ni hemos madurado lo suficiente para podernos hacernos cargo de nuestro propio crecimiento y entonces necesitamos que lleguen esos elementos que propician nuestro desarrollo personal: que nos den de comer, que nos vistan, que nos cuiden, que nos atiendan cuando estemos enfermos. Todo eso es natural, que lo recibamos cuando estamos niños, pero conforme vamos creciendo tenemos que lograr en un primer nivel la independencia, y autosuficiencia; es decir, debemos necesitar menos de los demás para autoabastacernos, económica, física, intelectual, emocional y espiritualmente, y cuando hemos logrado esa independencia, esa autosuficiencia, entonces dedicarnos a algo que le puede dar sentido a nuestras vidas, que es la entrega a los demás. Cuando ya hemos logrado ese crecimiento interior, pero a base no de la autorealización, sino de la autosuficiencia, de la independencia que se logra con la conquista a través de la virtud y de nuestros defectos, del dominio de nuestras pasiones e impulsos, entonces sí dedicarme a aportar a los demás y en ese sentido ser un componente que beneficie al sistema: mi autorealización la convertiré en la realización del sistema en sí.
Por lo tanto, los compromisos que decidimos adquirir y asumir son los que van a configurar nuestra calidad de vida, de tal manera que mientras más profundo sea el compromiso, mayor será la experiencia porque mayor será la satisfacción que va a caracterizarla, mientras que aquellas personas que sigan centrándose egoístamente en su bienestar, que sigan centrándose en su impulsividad, en la satisfacción a ultranza de sus instintos y necesidades, lo único que van a lograr es terminar desarrollando algún tipo de neurosis porque no se puede pretender ir en contra de la naturaleza humana y salir libre de consecuencias.
Algunas corrientes gestálticas y sistémicas defienden la idea de que "tú no eres responsable de nada" y llegan a hacer un énfasis extremo del "si estoy bien, está bien mi entorno ... primero yo". También aconsejan no reprimirse, los deseos hay que imponerlos por encima de todo, y si se tiene pareja, crea un gran conflicto para la persona que está siendo tratada. Este tipo de egocentrismo choca con lo expuesto arriba, y aunque es importante debatirlo, será en otro espacio y momento.
Debemos de convertirnos en personas más reflexivas respecto a los móviles que determinan nuestras acciones y omisiones. Pensar seriamente que lo que hacemos o dejamos de hacer está respaldado por un sentido auténtico, por un valor honesto, o se trata simplemente de dejarnos llevar por el vaivén de los caprichos, de los antojos, de las impulsivas iniciativas que en nuestras relaciones estamos buscando para seguir satisfaciéndolas a como de lugar, y que lejos de construir la experiencia, nos alejan de ella de manera significativa, porque al final si bien la realización de nuestra persona inicia en nosotros, no puede culminar en nosotros, porque sería cerrar un ciclo egocéntrico que acaba generalmente mal. Ese crecimiento que inicia en nosotros ha de culminar en otros: han de ser otros los beneficiados por ese desarrollo personal, deben ser otros los que se muestren agradecidos, porque nuestra existencia contribuye de diversas formas al desarrollo de su propia existencia. Así, de manera discreta inicialmente, pero finalmente de manera poderosa, veremos revertir estos procesos de crisis en el que nos encontramos en los diversas aspectos y ámbitos de nuestras vidas porque estaremos asumiendo nuestra responsabilidad personal, estaremos procediendo conforme a los principios y criterios que rigen nuestra naturaleza humana y podremos trascender las pequeñas y grandes desaveniencias y los desafíos que se nos puedan presentar. En la medida en que dejemos de sucumbir ante nuestro capricho, a nuestro antojo, podremos volvernos aptos para responder de acuerdo a nuestros compromisos y definir y configurarlos de acuerdo a la percepción de ciertos valores que hemos desarrollado y asumido a lo largo de nuestras vidas y que hemos sumado conforme a las experiencias.
Al final siempre seremos, al menos en este momento y en este lugar en nuestras vidas, los responsables de lo que estamos haciendo. Quizás no somos responsables de cómo nos estemos sintiendo, pero siempre seremos responsables de lo que consintamos hacer; en otras palabras, no está el desafío en mi sentir sino en mi consentir, y es mi consentir lo que está determinando mi porvenir.
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